A ti, oh, agridulce estro de la vida,
Hoy dirijo mi canto,
A ti que tanto tanto tanto,
Pero tanto te amo,
A ti que tanto tanto tanto,
Pero tanto te odio,
Por tu inasequibilidad,
Por tu inaccesibilidad,
Tu fata de sensibilidad,
Por lo nómada que eres,
Como una puta que va de cuarto en cuarto en un barato hotel,
De esa misma manera entras y sales de nuestros seres,
¿Quien te crees que eres?
Para entrar con la autoridad que entras al corazón,
Y hacernos olvidar toda lógica y razón,
Todo por un sentimiento mas efímero que la vida misma,
Sentimiento que tan rápido como llega, se va,
Dejándonos tan sólo con los despojos de la tormenta,
Y con los recuerdos del amor que se marchó, marcados en nuestra piel,
Y en nuestros labios, todavía permanecen esos rastros de aquellos besos
que al momento eran tan dulces como la miel,
Y que ahora se tornan tan amargos como la hiel,
Quién te has creído tu, oh, indeciso y confuso amor?
Agobiante
Melancólico
Oriundo del
Regazo de los dioses de antaño.
Tan cambiante y tan pétreo como el mar,
Tan severo y salvaje como el sol eres,
Siempre lo has sido, y siempre lo serás.
Siempre lo has sido, y siempre lo serás.
Quién te has creído tu, oh, sanguinario amor?
Para obligar a mis frágiles lágrimas, a salir en contra de su voluntad,
A bajar por mis mejillas,
Y como el débil pero hermoso cristal,
Estrellarse y despedazarse contra el duro piso de la realidad.
Estrellarse y despedazarse contra el duro piso de la realidad.
Con esto me despido, áspero amor.
A ti y a tu leal sirviente y amigo,
el caprichoso y engañoso cupido,
estas palabras les digo:
De esa déspota y absurda ley
por la cual se rigen,
desde este momento abjuro,
de mi corazón, tu, AMOR, no serás llamado rey
De esa déspota y absurda ley
por la cual se rigen,
desde este momento abjuro,
de mi corazón, tu, AMOR, no serás llamado rey
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