Aunque siempre está, hasta que se va,
Se encuentra rebosante de idas y venidas,
Las cuáles, solía predecir con bastante certeza, aunque no tanto ya.
Errante como la arena es,
Atrapado entre el antes y el después,
Estoy yo, ya sin voluntad alguna,
Como entre el sol y la tierra aprisionada está, la inexpugnable dama de plata, la luna.
Sin deseos de estar aquí,
Con deseos de estar en otro lugar,
Un mañana incierto, veo a una sombra ceñirse sobre mí,
Cuya oscuridad impenetrable, me hace dudar.
Al un simple mortal tratar,
Del destino, las faldas bajar,
Los sueños que una vez fueron, se van,
Y las esperanzas de la siempre escurridiza felicidad,
Algún día, ellas también, se irán.
Algún día, ellas también, se irán.
Un mero hombre con atrapar las estrellas, puede soñar,
Pero sólo soñar puede, pues su dorada luz, que por las noches adoramos,
Son sino imágenes del lugar que hace un tiempo las estrellas solían ocupar,
Pues incluso ellas, el infinito universo transitan, mientras nosotros, libres prisioneros, nos quedamos.
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