Dos niños, cristian y pablo, jugaban dentro de los extensos bosques de sus mentes. Ambos, un día, mientras se aventuraban hacia lo más profundo de sus mentes, chocaron con algo, un sentimiento que jamás habían experimentado, se habían topado con algo excitante, nuevo, con algo que mientras se imaginaban haciéndolo, se sentían en total y completa armonía, ambos, de manera inconsciente, se atrevieron a soñar.
A medida que Pablo crecía, el conformismo, la inhabilidad de crear, de creer en uno mismo, de creer que en este bello mundo en el que habitamos, todo es posible, la falta de imaginación y creatividad, todos estos aspectos que caracterizaban a la sociedad en torno a la cual giraba el mundo, lentamente se fueron deslizando dentro de su mente, y una tarde, tan rápido y tan contundentemente, como cuando las olas de un mar picado se estrellan contra las rocas, la esperanza de Pablo de llevar sus sueños del plano intangible al plano físico, se desvaneció, y sus sueños aunque a duras penas permanecieron vivos durante unos cuantos años, con el pasar del tiempo fueron guardados en un pequeño cofre, cerrados con llave, y arrojados al hueco más recondito, del abismo más lejano de su mente. Desde ese preciso momento, su "MENTE DE NIÑO", que le permitía soñar, se apagó, y aquella que caracterizaba a los adultos "RESPONSABLES" de ese entonces, prevaleció, y sus "PRIORIDADES" cambiaron rotundamente.
Ahora, Cristian, nunca dejó que el desaliento al que era sometido por sus padres, amigos, y familiares, amainaran su espíritu, como un marinero perdido en alta mar lucha por sobrevivir en medio de la tormenta, así luchó cristian, con todas sus fuerzas, para impedir que sus aspiraciones fueran a parar AL FONDO DEL OCÉANO OSCURO Y FRÍO, que para el era la resignación. Y cuando por fin, después de muchos años, se enrumbó hacia lo que, él juraba cierto, era su destino, los cielos negros y templados de la impaciencia empezaron a disiparse, la áspera ventisca de la desesperanza que retumbaba en su corazón, se convirtió en una brisa que en cambio lo soplaba hacia su norte, sintió el sol de la esperanza calentando su, hasta entonces, congelado espíritu, y justo allí donde se cerraba el horizonte, vio tierra, sus sueños estaban cada día mas cerca.
Aunque Pablo no vivió una vida lamentable y ejerció una profesión que era de su agrado, y tuvo una familia, a la cual amó y cuidó durante el resto de sus días, y tuvo momentos de felicidad y dicha, los cuales nunca olvidaría, todavía había algo que le faltaba por hacer, había una comezón en su mente, la cual simplemente por mucho que la rascaba no podía hacer desaparecer, y con cada día que pasaba, mientras mas viejo se hacía, mas intensa se convertía.
Ya los años habían cobrado su precio, aunque su espíritu seguía joven, su cuerpo ya no le podía seguir el paso, Cristian, había tenido una magnífica vida, con resolución, determinación, tezón y constancia, había hecho lo que todos añoran pero que sólo unos cuantos consiguen. La mayoría de las cosas que anhelaba hacer las había hecho, había cometido como todos nosotros, incontables errores, de los cuales había aprendido, y por muy extraño que esto pueda parecer, se sentía orgulloso de ellos, lo hicieron la persona que era entonces.
Pablo y Cristian murieron, como todos hemos de hacer algún día. Para Pablo la ocasión fatídica tuvo lugar una noche primaveral de abril, iluminada mas por la cantidad abrumadora de estrellas que por la luna. Mientras dormía empezó a sentir un dolor que subía por todo su brazo izquierdo, gotas de sudor corrían por todo su cuerpo, sintió gran presión en su pecho, como si un elefante descansara sobre el. Rápidamente dedujo lo que estaba pasando, pensó en sus hijos, en su esposa, en todo lo que dejaba atrás, aunque tenía ganas, no lloró, no podía, y mientras sus ojos lentamente se cerraban, y la vida se le escapaba de su deteriorado cuerpo, un pensamiento fugaz pasó por su mente.-Si tan sólo hubie...-. la comezón, que tan incesantemente lo agobiaba, había muerto, junto con el.
Cristian, murió en una mañana veranal, acostado en su sofá, en su terraza con vista a una bella playa, mientras contemplaba un fresco amanecer. Las olas rompiéndose contra la arena, una y otra vez, el sol saliendo de la superficie del mar, como si para agarrar un desesperado aliento de aire;este último pensamiento divirtió a Cristian.-Incluso el sol puede ahogarse-. Pensó sonriente. Mientras cerraba sus ojos para sumergirse en el vasto reino de los sueños, sintió un relámpago en su cabeza, su cuerpo cayó del sofá, estreyándose contra el piso, una aneurisma que no sabía que tenía había explotado, sintió los pesados pasos de la negra parca, mientras hacia él se dirigía con una fatal rapidez. Su cuerpo empezó a temblar bruscamente, su visión se torno borrosa, sufría de incesantes náuseas, intentaba gritar, mas ninguna palabra, ningún sonido era capaz de pelear su camino a través de su boca, pasar sus dientes y así hacerse sonar en los espacios de aquella terraza y más allá hacia el cuarto en donde su mujer profundamente dormía. Intentó luchar con el resto de las fuerzas que tenía, pero ya su viejo cuerpo no estaba en condiciones para sostener semejante batalla, la cual seguramente, para cualquiera que se viera en esa situación, sin importar edad, credo o religión, estaría inequivocablemente perdida. Entonces, allí se encontraba otra vez, en un mar turbio con cielos oscuros, y cielos cortados por los constantes y estruendosos relámpagos y truenos, y las brillantes centelas, pero esta vez era diferente, no eran sus sueños, los cuales había alcanzado, sino su vida la que esta vez estaba en juego; ¿la lanzaría por la borda, o lucharía por ella hasta el último aliento?. Tanto su cuerpo como su mente estaban cansados, ya sabía lo que le depararía la vida, mas atardeceres, amaneceres, noches estrelladas, cenas con amigos y familiares, y días al lado de su esposa e hijos. Aunque todas aquellas eran experiencias sublimes y llenas de dicha, y aunque a ninguna tomaba por sentado, había tenido muchas, mas que suficientes, por las cuales estaría eternamente agradecido, y sabía en su corazón que si no era hoy, sería otro día, ya había logrado las cosas que mas quería, no sería equivocado decir que hasta curiosidad sentía por conocer el otro mundo. Así que, después de unos pocos segundos, que a el le parecieron una eternidad, lentamente se dejó ir, si ésta era la manera de la que tenía que irse, así sería. Aunque con gran temor y duda, reunió todo el coraje que pudo y se embarcó en un viaje cuyo destino, no sabía cual era, pero el cual, deseoso estaba de averiguarlo, no había nada que a esta tierra, lo mantuviera atado.
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